8.04.2010

Pelando jícamas

¿Y usted, ya probó la depilación con cera?


Ojo que no hago distinción entre señoritas y caballeros, porque sé que hay algunos que, aunque no lo aceptan en público, ya han experimentado las mieles y hieles de esta práctica.

Desde hace mucho estaba considerando la opción, pero la incertidumbre por el ahora comprobado y horrible dolor que produce me habían detenido; sin embargo las razones y buenas recomendaciones de terceros creíbles y allegados a mí, me terminaron de convencer. Y así fue como el lunes hice la cita con el verdugo de esos indeseables y fastidiosos vellos de las piernas.

No les voy a mentir, duele hasta el alma cada jalón que te propician; y quizá el nerviosismo y la predisposición al dolor que uno tiene mentalizada por ser primera vez le dan un toque aditivo al dolor. Según declaraciones de quien lo estaba haciendo, es cuestión de acostumbrarse, tanto así que luego de un par de veces, voy a estar tan acondicionada al dolor que ni voy a sentir.

¿Masoquismo? Quizás un poco. Porque aunque no haya disfrutado el dolor, si amo, desde ya, los beneficios a corto y largo plazo que trae consigo.

Como todo ser humano, soy inquisitiva (por no decir metida) por naturaleza, y no despegué mi vista mientras lo hacían; y ver el color de la tela con la que te retiran la cera, más lo blancuzco de mi piel no pude evitar pensar que la depilación con cera era un símil a lo que hacemos cuando pelamos jícamas.

Y sí, en este caso, la belleza y la pereza se pagan con dolor.

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