4.30.2011

Del porqué guardar las fiestas*

Cuando nos propusimos reunirnos durante la semana santa todo fue bien inocente y, como siempre, nunca nos decidíamos por el lugar en donde iríamos a dejar la materia verde.

Llegó el jueves y para salir del paso decidimos ir a comer a uno de esos restaurantes con menús promocionales para los fines de semana. Pasaron 2 horas y ya no teníamos nada que estar haciendo ahí. El instinto de vagabundear pudo más y nos retiramos a buscar un lugar más "alegre" para terminar la noche.

Como señal divina - y obvia debido a la fecha - todo estaba cerrado. Sin embargo, logramos encontrar un rincón de esos, que consecuentemente rebalsaba de gente. En efecto, ahí se escondía toda alma parrandera de San Salvador, entre otros especímenes de la fauna salvadoreña.

¿Qué encontramos? La vulgaridad del reggeatón en su máxima potencia y gente que lo bailaba como ritual previo de apareamiento.

Mentalmente me daba latigazos por no hacerle caso a la sentencia de mi madre de "guardar las fiestas" (Ok, no) y moría una y otra vez de la vergüenza ajena al oír cantar al unísono esas canciones que fácilmente me hacen sangrar los oídos con sus letras y estridente punchi punchi.

Yo sé, ¡quién nos manda! De esas experiencias que nadie queda invitado a repetir...


*Esta entrada llega tarde gracias al gentil patrocinio
del cúmulo de trabajo.

4.29.2011

Cuando los nunca se cumplen

Sucede que cuando voy tarde siempre termino tomando el autobús más lento; el más pachanguero, con esa música estridente y a todo volumen que me hace sangrar los oídos. Al bajarme de ahí, en la parada previa a mi destino final hacerme esperar es su deporte favorito y verme la cara de impaciente les alimenta más el espíritu.
Cuando por fin me dirijo al punto X de mi mapa, no faltan aquellos que parecen pedirle permiso a sus pies para moverse o el tráfico de gente que viene en sentido contrario y no me permite rebasarlos.

El colmo de todo lo anterior, y que ya me ha pasado -no necesariamente cuando voy tarde- es que esté lloviendo y no ande paraguas, que haya llovido y ande en sandalias o, por algún motivo, razón o circunstancia, se me olvide algo de vital importancia.

En fin, soy solo yo o ¿le pasa a alguien más?

4.26.2011

Hablando de personajes

"Zorro: —¡Buenos días!

Principito: —¡Buenos días! —contestó—¿Quién eres tú?

Zorro: —Soy un zorro.

Principito: —Ven a jugar conmigo. ¡Me siento tan triste!

Zorro: —No puedo jugar contigo —contestó el zorro—

No estoy domesticado.

Principito: —¿Qué significa domesticar?

Zorro: —Significa crear lazos.

Principito: —¿Qué significa crear lazos?

Zorro: —Por ejemplo, tú no eres para mi más que un

chiquillo parecido a cien mil chiquillos y no te

necesito y tú tampoco me necesitas, yo no soy para

ti más que uno entre cien mil zorros. Ahora bien,

si tú me domesticaras nos necesitaríamos uno al

otro. Tú serías para mi el único en el mundo como

yo lo sería para ti.

Principito: —Empiezo a comprender… Hay una flor y parece

que me ha domesticado.

Zorro: —Si tú me domesticaras sería maravilloso.

¡Domestícame!"

A todos nos ha sucedido, usted coloque la relación amorosa, familiar o entre amigos que mejor le parezca.

Tenemos alma de zorros, queremos crear vínculos, ser domesticados por la compañía de esas personas que hacen de nuestra vida algo más soportable, llevadero, fácil, feliz -incluso-. Nos comportamos como el principito cuando, por estar pendientes de un solo objetivo, descuidamos el resto y no nos percatamos de lo que salta a la vista. Y anhelamos que nuestro (o nuestros) principito(s) se den cuenta de la flor que representamos.

Pasa en los libros, pasa en la vida. Y mientras tanto, vagamos por aquí, por allá...en espera del papel que nos toca jugar.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...