Cuando entré a estudiar la licenciatura en Comunicaciones la idea de llegar a ser periodista en algún momento de mi vida no era del todo atractiva, se ubicaba entre mis últimas opciones de entre la gama de trabajos que la formación me permite desarrollar.
Por giros inesperados y no tan casuales del destino no pasé del primer año sin darme cuenta que, contrario a lo que creía, la labor periodística era lo que más me llamaba la atención; tomando en cuenta que mi redacción no es pésima y mis ideas no aparecen desperdigadas en el texto.
Mi motivación fue creciendo con materias como Redacción para medios, en la cual terminé de convencerme que era algo a lo que me quería dedicar. Incluso fue en esa época que inicié mi antiguo blog; prensa 1, a la que llegué con grandes expectativas, pero terminé esperando más; y ahora prensa 2, de la que tengo altas expectativas que espero terminen por cumplirse.
Dicho esto, cabe recalcar que por el mismo deseo que tengo de aprender, siento la misma necesidad de que me retroalimenten, me critiquen e incluso destruyan, si es necesario, lo que yo hago. En mi trabajo siempre es algo que me quedé esperando, y en la U, si no llega pronto, lo seguiré exigiendo porque para eso al final de cuentas estoy pagando.
Desespero por que alguien satisfaga esta necesidad, porque en este caso una nota no me basta para saber si está bien. No es cuestión de nutrir el ego, pero ¿de qué me sirve tener buena calificación en algo si no me señalan lo que debo seguir cosechando porque está dando frutos y aquello que todavía tengo que mejorar?