Once meses pasaron para que el encanto se acabara.
Inicié y todo me pareció encantador, el ambiente, el lugar, pero sobre todo… ¡el trabajo!Me sentía en mi salsa; estaba haciendo algo que para mí no era nuevo, en el sentido que lo hago a diario, a veces inconscientemente. Y, además, me iban a pagar por hacerlo; mi trabajo soñado pues.
Con el paso del tiempo me fueron asignadas más funciones. Más que contenta, las fui acatando e incluso relegué algunas de mis responsabilidades universitarias. Me dieron el dulce y por supuesto me encantó y me sentí importante.
No pasó mucho para que me diera cuenta que todo era una cortina de humo, muy negro por cierto. Me negué a aceptarlo y seguí adelante. Ignoré las señales de emergencia. El vaso fue llenándose poco a poco, y para cuando rebalsó fue demasiado tarde. Estaban demasiado acostumbrados a la persona proactiva y efectiva que siempre estaba dispuesta a hacer lo que le propusieran.
Es una pena, porque disfrutaba mi labor, pero se me volvió fastidiosa y hostil en cuanto percibí las condiciones que yo misma permití que se dieran.
Y así fue…este lunes me despedí, con una mezcla extraña de liberación y tristeza, del lugar que me enseñó innumerables cosas, me presentó calidad de compañeros y me acogió durante 11 meses.
2 Comentarios:
Hay que saber tomar lo bueno de la experiencia y desechar todo lo malo... eso no vale la pena acarrearlo. ¡Éxitos!
Gracias Raque :). Precisamente es lo que busco, potenciar todo lo que aprendí y darle vuelta a la página.
Saludos.
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